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Parodia de una empresa destinada al fracaso

Posted: martes, 27 de julio de 2010 by Alberto Parra in Etiquetas: , , , ,
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Vaya que éste es uno de los relatos con más historia de fondo.
El título lo pensé mientras viajaba en bus, sin embargo no sabía de qué trataría. Más adelante un lector me pidió que escribiera sobre sueños, paciencia y decisiones, e intentando unir esos tres elementos, ideé esta historia, que luego me dí cuenta de que venía bien con el título.
Comencé a escribir pero ayer formateé mi computadora y no me di cuenta de que no había incluido lo que había escrito en mi backup. Así que hoy comencé de nuevo, ya después de haber salido a las vacaciones!

Felipe ratón siempre quiso tener una casa grande.
Un hogar espacioso al estilo de las caricaturas americanas: con un arco elegante como puerta, tres pisos y un sótano como alacena. El primer piso destinado a contener las patas y garras del gato cuando fuera que intentase seguir sus instintos, el segundo piso directamente arriba como el recibidor, con un par de bonitos muebles blancos y limpios y una mesita de lectura con su respectiva biblioteca. Y el tercer piso sólo para él: una cama matrimonial con dosel, unos bonitos muebles y el cuarto de baño con una tina suficientemente grande para dos, e importante, con un cepillo para alcanzar a fondo su espalda en medio de su baño de espuma.
Si, Felipe ratón siempre quiso tener una casa grande. Pero apenas contaba con una grieta como entrada, un pasillo largo de tuberías oxidadas y su habitación, sin cuarto de baño y con una masa hecha de periódico humedecido como cama.
Lina ratoncita nunca había pisado aquel penoso lugar, sin embargo en cinco meses recibiría la visita de los suegros, refinados ratones franceses quienes deseaban con ansias conocer "el nuevo capricho" de su hermosa hija, por ser el que más tiempo había durado -¿Acaso un año parecía tanto tiempo?- y el único que la coqueta ratoncita había pedido dar a conocer a sus padres.
Pero eso suponía un gran cambio. Ahora más que nunca, Felipe ratón había decidido realizar sus sueños. De ser un sueño se había convertido en una decisión. Estaba decidido a tener un arco de entrada, decidido a tener una alacena, decidido a tener un recibidor con muebles y biblioteca, decidido a tener su habitación con cama de dosel y su cuarto de baño con tina para dos. Felipe ratón estaba decidido a tener una casa grande, y era una idea que no salía ni saldría de su mente.
Terminaría impresionando a sus suegros y ganándose el pasaje más económico hacia su matrimonio si tan solo convertía su agujero oscuro en un hogar caluroso y elegante.
Así comenzó su proeza, su odisea hacia la grandeza, hacia el más grande de los proyectos que albergaba su mente... su empresa destinada al fracaso.

La carrera que lanzó hacia la alacena fue tal, que probablemente el gato se sumergió aún más en su letargo, con pereza de levantarse a atrapar algo tan rápido. Sólo había una caja lo suficientemente grande para hacer de cama, llena de cuchillos, tenedores y cucharas que gritaron en protesta cuando el descuidado ratón los tiró al suelo. Tal fue el estrépito que la mitad de los habitantes de la casa corrieron a la cocina, y a pesar de la velocidad de sus patas nerviosas, la caja que llevaba sobre sus brazos fue interceptada por las garras del gato, volando por los aires mientras la velocidad sin precedentes del ratón corriendo a su madriguera burlaba el ojo malo del viejo gato como nunca antes.
Vaya susto. Ahora, la señora de la casa volvía a protestar al señor por el gato perezoso quien más tarde se posó en frente de la grieta del hogar de Felipe ratón, casi a regañadientes. Como si fuera poco, la señora, negándose a colocar de nuevo los cubiertos en un lugar sucio, lanzó la caja a la basura. Y el gato no se movía del lugar. Casi medianoche y el gato seguía allí.
Felipe ratón estaba decidido a hacerse una casa y ningún gato se lo impediría. Así se decía una y otra vez mientras empuñaba el puntiagudo alfiler, su arma, e intentaba recolectar el valor necesario para hacerlo: Se lanzó a toda velocidad, alfiler en mano, con el porte de caballero romano, de forma que el gato lanzó un grito que sólo fue superado por el salto y la huida despavorida. Así, con el campo libre, el ratón se adentró a la basura y sacando la caja, la trajo hacia la grieta, de cuya estrechez se dio cuenta muy tarde.
Sin embargo era muy tarde para volver atrás. Felipe ratón estaba decidido a hacerse una casa y ninguna grieta se lo impediría. Así, la caja terminó dentro de su hogar, aunque doblada y con una cierta esencia desagradable. Pero fue suficiente para que al día siguiente, con algodones, retazos largos de tela y cuatro fósforos largos, se cumpliera la primera etapa de su plan: tenía una cama matrimonial, con dosel.

Pero para la próxima tenía que pensar mejor las cosas. Debía comenzar a encargarse de construir los tres pisos y crear el arco de la entrada. Parecía un enredo tan grande, algo imposible de resolver, algo por lo cual se hacía necesario contratar a alguien. Además, el día anterior había comprobado que de vez en cuando le vendría bien una segunda mano, así que los siguientes cuatro meses estuvo junto a Víctor, un ratón más ancho y fuerte, con quién, por primera vez en su vida, se adentró a la tarea de la construcción y la carpintería. Sobra decir que el dosel de su cama se rompió y los retazos de tela se ensuciaron, una consecuencia más de una acción precipitada al comenzar su trabajo desde lo que debió ser el final.
Y sin embargo, al finalizar el trabajo, el arco de la entrada era todo menos perfecto, las escaleras estaban mal proporcionadas, habían desniveles y molestas filtraciones de agua en todas partes, y el sótano parecía demasiado difícil y costoso para su gusto. Además, los muebles eran cómodos pero parecían todo menos blancos y limpios. Sin embargo, había sido trabajo de sus propias manos, no cualquier ratón crearía un hogar de tal magnitud. Y de cierta manera tenía un aspecto rústico y hogareño al estilo mexicano. De tal forma que, a pesar de que su sueño era diferente, a pesar de que no parecía suficiente, Felipe ratón no pudo menos que alegrarse de su hogar de tres pisos desnivelados, con escaleras desproporcionadas y de sus muebles poco elegantes y cama con dosel en el tercer piso, aunque en realidad ésta despedía un cierto olor desagradable.

Ahora bien, desde el primer momento en que vio el tazón amplio de banana split, de cristal semi transparente, supo Felipe dos cosas: la primera, que esa sería su tina. La segunda, que necesitaría de Víctor para traerla a casa y conectarla a las tuberías. De forma que, practicando de nuevo su arte de la esgrima, apartó al gato de la entrada de su hogar, corrió encubierto a través de la cocina a medianoche hasta llegar frente a la vitrina de las copas, a casi dos metros de distancia de su diminuto cuerpo. No podía sino preguntarse... ¿Dónde diablos está Víctor? Pero ya el atlético ratón iba en camino, habiendo escalado hábilmente a través de los cables de las paredes, se encontraba ya sobre la lámpara del techo, dispuesto a saltar en su parapente hacia las copas. Corriendo entre ellas, se detuvo frente al tazón de banana split, y lo lanzó al suelo hacia donde estaba Felipe, quien no encontró otro amortiguador de la caída que la cesta de la basura, arrastrada por el suelo con los nuevos músculos que el trabajo de un par de meses en construcción le concedieron.
Cabe destacar que, aunque funcional, su nueva tina no dejaba de desplegar el aroma característico, y lo único perfecto hasta ahora era el cepillo de dientes del señor de la casa, el cual ahora rascaba su espalda en un baño de burbujas sin burbujas.
Sin embargo, Felipe ratón seguía feliz al ver su duro trabajo sobre su hogar, a pesar de los tres pisos desnivelados, las escaleras desproporcionadas, lo poco elegantes que eran sus muebles y del olor que despedían su cama y su tina.

Ahora bien, a pesar de haber preguntado a todos sus contactos, en todo lugar, hasta fuera del país, a pesar de que en una ocasión se las arregló con Víctor para escabullirse por la casa hacia el teléfono para preguntar a la operadora y en las páginas amarillas, Felipe ratón no encontró ni un solo lugar donde vendieran libros para ratones. Se dio cuenta de que su rincón de lectura sólo podría albergar un libro versión para bolsillo, de tamaño normal, es decir, unas dos veces su altura y ancho. Así que, nuevamente practicando con su espada -y vaya qué habilidad estaba adquiriendo en ésto-, se escabulló hacia la biblioteca con Víctor y escogió el autor con el nombre más interesante, trayéndolo de vuelta a casa con extrema cautela.
Y finalmente, su hogar estaba listo, y era perfecto. Aunque no eran sus planes originales, aunque las imágenes creadas en su mente no habían sido ni siquiera remotamente las mismas, estaba feliz. Veía su trabajo en los tres pisos desnivelados, en las escaleras desproporcionadas, en sus muebles poco elegantes, en su cama y su tina maloliente, y en su intento de biblioteca.

Se acercaba el día en el que sus suegros vendrían a pagar la visita. Felipe ratón se consiguió el mejor traje que pudo, aunque los honorarios de Víctor acabaron con su presupuesto, no había traje de segunda mano imposible de pagar.
Y así se presentó aquel memorable día, frente a frente con sus suegros y su amada Lina ratoncita, abriéndoles por primera vez las puertas a su casa, para lo cuál inicialmente tuvo que practicar esgrima con el gato.
"Mira, más salvaje el ratón que el mismísimo gato" dijeron los suegros.
"Mi buen esposo es todo un héroe, haría frente a cualquiera" exclamó emocionada Lina.
Frente al arco de la puerta los suegros se quejaron nuevamente...
"Es un intento fallido de arco, mira cómo se va hacia la derecha sin ninguna proporción"
"Es amplio, es lindo, es artístico mi esposo es todo creatividad" exclamó Lina, tomada fuertemente de la mano de Felipe ratón.
Más tarde, fueron las escaleras lo que llamó la atención de los suegros:
"Desproporcionadas, incómodas ¿Cómo es posible que algo así exista?"
"Es divertido subirlas, esposito, y sería un excelente ejercicio matutino" dijo Lina, verdaderamente asombrada.
No transcurrieron dos pasos en el piso superior y ya fue suficiente:
"Hay desnivel y hay goteras. Vaya casa más grotesca, y mira nada más los muebles"
"¡Se forman pozos de agua! Mi esposo piensa en todo, se convertiría en mi alarma para recordar que tengo que limpiar, y a la vez, no tendría que mover incómodos recipientes de agua. Mi esposo es el mejor"
Más tarde, el enorme libro...
"¿Acaso no has visto uno de éstos?" preguntó el suegro sacando un libro para ratones de su bolsillo.
"No sufriré más con mi miopía, y es mi autor favorito. Gracias, esposito"
Y finalmente la tina y la cama con dosel...
"Es el colmo, vaya olor insoportable, nos vamos ahora mismo de vuelta a casa"
"Siempre he pensado que es peligroso dormir muy profundamente cuando se es ratón, pero nunca había pensado en la solución de mi esposo precavido"
Sí, los suegros nunca más volvieron al hogar de Felipe ratón, aunque es poco probable que su visita fuese muy esperada. Y a pesar de no haberse ganado el pasaje más económico hacia su matrimonio, Felipe ratón y Lina ratoncita, ambos, estaban muy contentos con sus tres pisos desnivelados, sus escaleras desproporcionadas, sus muebles poco elegantes, su cama y su tina maloliente, y su intento de biblioteca. Y es que en realidad el fracaso sólo existía en la mente de los suegros. En cambio, para Felipe y para Lina ambos eran ganadores a pesar de haber cambiado sus expectativas, ya que muchas veces el verdadero triunfo reside en ver y aceptar lo que construimos con nuestro propio esfuerzo.

Copyright © Julio 2010 por Alberto Parra
Número de Registro: EHS87-3X1BF-192GK

Arte:

1 comentarios:

  1. Anónimo says:

    Ratones q dan una muy buena lección de vida... Sin palabras, solo me queda agradecerte por enseñarme q para el corazón no existe fracaso y q con paciencia se logra cada sueño aunq parezca irreal ante otros ojos, el camino es dificil pero el amor te ayuda a transitarlo.. Y POR AMOR SE LOGRAN MUCHAS COSAS... Aprendere a AMAR MIS SUEÑOS, A DECIRME A CUMPLIRLOS AUNQ EL ESQUELETO SE VEA DEFORME EL TIEMPO SERA SU MEJOR MOLDE.. INFINITAS GRACIAS... Abrazos.. MD55

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