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Cuando hablas... me haces soñar

Posted: miércoles, 1 de septiembre de 2010 by Alberto Parra in Etiquetas: , , , ,
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Esta vez quiero pedir disculpas por mi ausencia. Pero antes de salir de viaje, voy a dejar algo publicado.
Esta vez les traigo un relato... o más bien un sueño algo descabellado, que por alguna razón tiene un nosequé de Alicia en el pais de las maravillas. A casi todos los elementos del relato se le pueden sacar un simbolismo o significado. Aunque tiende a lo gracioso, más allá de eso tiene un bonito mensaje de cambio, de esperanza y auto superación.
Además, trae una cruda verdad de lo que a veces hacemos los hombres para soportar temas de conversación necios. Ya pues. Ahi va.

Nótese la elevación del tono de su voz. Le calculaba cinco, pero no, a los dos segundos transcurridos ya sus ojos encrespaban las cejas como látigos alzados en amenaza.
- ...Ese es el problema, ¿Entiendes?
- Entiendo.
Pero en realidad lo único que entendía era que pronto comenzaría a hacer muecas con el rostro y a mover los brazos frenéticamente. Tres, dos, uno... Ahí va. Golpe contra la mesa. No pude disimular la media sonrisa.
- ¿Me estás escuchando?
- Cada palabra.
Palabras... Palabras eran lo que todavía faltaban por ser escuchadas. ¿Una hora? No, el asunto no era de tal importancia. Le calculaba treinta minutos o menos.
Y así comenzaba...
¡Nunca! ¡Nunca me he quejado del olor de sus conejos!
...
... Pues simplemente quería sacar a pasear al perro... ¡Nada más!
...
¡Apenas le ladró tres veces y mira lo que vinieron a decir!
...
Cuando volvía a casa con el perro me encontré a Roberto y le conté todo ¡Por supuesto que se puso de mi parte!
...
¿Y después viene Sasha con su cara bien limpia a quejarse de MI perro? ¡Está loca! Le dije bien claro que se devolviera a su casa a bañar a sus conejos.
...
Ricardo no puede opinar nada, él sólo está durante la noche
...
... Me llamó "Animal" ¿Puedes creerlo? Animales son sus perros conejos y ella.

...
Y así comenzaba...
Ya era suficiente. La jaula de conejos de Jim estaba sucia. Pero no había una gota de agua... Ahh, dolor. En un año no había bañado a sus conejos y uno había muerto por la inmundicia. A veces les lanzaba un par de gotas para tomar, cuando sobraban de su aseo personal. Pero en aquel desierto los grifos comenzaban a escupir aire, las cosechas se convertían en tierras baldías y agrietadas, y los hombres comenzaban a competir con los animales en pestilencia.
Era hora de hacer algo, o sus animales morirían.

Jim decidió irse. Irse lejos, donde las cosas fueran diferentes. Donde hubiese un grifo, donde encontrase agua, donde pudiese asear a sus conejos. Así, se armó con jaula en mano, mochila en su espalda y un sombrero más grande que su propio cuerpo, para dar sombra a sí mismo y a los animales. Todos lo calificaron de loco, todos se burlaban de su sombrero y hacían apuestas sobre su regreso. Sin embargo Jim permanecía inmutable, y con la única compañía y apoyo de sus tres conejos, se adentró al impenetrable desierto.
Caminaba sin camino. Su única señal de orientación se encontraba a sus espaldas. Quería irse lo más lejos posible de aquel lugar, donde las cosas fueran diferentes. Sin embargo pasaron dos días y aún no encontraba nada. Cuando se vió lo suficientemente débil fué que comenzó a utilizar sus provisiones, y dió un par de gotas de agua a sus conejos, que devoraron con excesiva premura.

Amanecía aquel tercer día cuando Jim despertó por un extraño ruido. Eran ladridos, suaves y agudos como de cachorros. Pero al abrir los ojos se dió cuenta de que provenían de su jaula de conejos, y acercándose más, se dió cuenta de que coincidía con el movimiento de sus mandíbulas. ¿Se estaba volviendo loco? Miró hacia atrás y no vió la ciudad. Desde la tarde del día anterior no la veía, oculta entre las dunas. De todas maneras, loco o no, más loco estaría si volvía a la misma ciudad en las mismas condiciones pero ahora con la vergüenza de admitir que se había equivocado.
Sin embargo, tenía una nueva brújula en sus manos. Los tres conejos, se dió cuenta, ladraban con furia mirando en la misma dirección. Cuando daba la vuelta a la jaula se volvían hacia la misma dirección para seguir ladrando, cuando sus pasos se alejaban, los ladridos se hacían más intensos, y cuando sus pasos se acercaban en la dirección escogida por ellos, hacían silencio absoluto y volvían a comportarse como conejos normales.
Desconcertado, y para al menos evitar que los conejos agotasen sus energías ladrando, siguió sus pasos con un nuevo norte, una nueva brújula.

Jim caminaba y caminaba y caminaba. Casi todas las dunas se habían convertido en reducidos montículos. Sin embargo, los conejos apuntaban su norte hacia una duna, la única que aún obstruía la visión del horizonte.
Y aunque Jim pensó en bordearla para escalarla más fácilmente, los ladridos frenéticos de los conejos sólo le permitieron lanzarse a ella de frente, no por los bordes. Sobra decir que su cuerpo se sumergió en la arena más de una vez, y hasta el mismísimo cabello se mezcló con ella.
Pero llegó a la cima, y contempló al otro lado de la duna algo completamente inesperado.
Era un mercader, con su tienda abierta cual si estuviese en el centro de una populosa ciudad.
Corrió a su encuentro sobre la duna, hasta que sus pie izquierdo atrapado por la arena le hizo perder el equilibrio, y el resto del empinado montículo lo bajó rodando descontroladamente hasta el final, con la jaula y sus conejos fuertemente asida en sus brazos.
"Roberto, joyas y empeños a su servicio" dijo el mercader. Ni siquiera alzó la cabeza. Parecía estar muy ocupado con otros clientes como para ayudar a Jim.
"¿Dónde hay agua?" Preguntó Jim, desconcertado. Las únicas palabras que pudo pronunciar.
"Dije: joyas y empeños. No agua. Venden agua en la séptima duna a la izquierda"
Definitivamente, cada vez más, Jim se aseguraba de que su cerebro comenzaba a sufrir los efectos del sol. Y quizás el cerebro de éste mercader ya estaba bien fundido.
"Usted no entiende. Busco una ciudad, una ciudad que tenga mucha agua"
"Tu no entiendes... Séptima duna a la izquierda" Dijo abriendo los ojos peligrosamente y luego señaló hacia arriba, al aviso de su tienda "Roberto, Joyas y Empeños".

Una. Dos. Tres. Cuatro. Qué estupidez. No estamos en ninguna ciudad, ésto no es un mercado ni una plaza pública. Cinco. Seis. Si no hay nada detrás de la séptima duna... Siete.
Y así, bordeando la sèptima duna hasta la cima, Jim pudo ver una nueva tienda, comprobando ésta vez los efectos nocivos del sol sobre éstas personas, y preocupàndose por su propio bienestar mental.
Ésta vez el mercader era una mujer, aunque de lejos parecía mas bien un hombre, de cerca podían distinguirse sus bustos caídos y su espalda encorvada.
"Sasha, Agua y Derivados" Definitivamente algo pasaba con ésta gente.
"Buenos dias, necesito agua" dijo Jim lo más educadamente que pudo frente al rostro de pocos amigos de la mujer.
"Tienes monedas?"
"Si"
La mujer tomó un vaso, e inundándolo del agua de sus provisiones, lo sacó, extendiéndolo frente a Jim para luego echarlo completo al suelo. El grito ahogado de Jim pareció sorprenderla un poco.
"Dos monedas" Dijo, extendiendo la mano.
"¿Cómo se supone que beberé eso?" Preguntó Jim, apuntando sus dedos hacia la mancha de agua en la arena del desierto, que apenas vertida, ya comenzaba a desaparecer.
"¿Cómo se supone que voy yo a pagarlo? Dos monedas. Vaya olor, deberías bañar esos animales que llevas"
"¿Y cómo lo haré, con lodo?" Jim comenzaba a perder los estribos
"El agua... junto al vaso... son tuyos por diez monedas. Pero el vaso debes devolverlo"
"¿Entonces cuál es la diferencia?" Jim casi gritaba.
"¿Cómo crees que atenderé a los demás clientes? ¿Eh? Deja de quejarte y baña a esos animales. El olor comienza a marearme"
Jim necesitaba ganar puntos con la anciana, no perderlos. Necesitaba saber la fuente del agua. Una nueva ciudad, desbordante de ella. Asi que no se quejó más y pagó lo necesario para hacer las pases con ella y poder preguntar en tono casual...
"El desierto es tan grande. No he encontrado ninguna ciudad con agua. ¿Conoce usted alguna?"
La anciana Sasha le contó una extraña historia a Jim. Todas las ciudades alrededor estaban en las mismas condiciones desde hacía un año. Se rumoreaba que se trataba de un castigo divino, sin embargo Jim no pensaba tal disparate y sólo se enfocó en un hecho: Algo estaba cortando los suplementos y la única con abastecimiento abundante era ésta mujer.
Así, se despidió cordialmente para luego refugiarse detrás de la misma duna por la que llegó. Esperó hasta el anochecer por la partida de Sasha, quien le guiaría a la fuente del agua, el secreto de su negocio.
Pero la anciana no se movía, ni siquiera un músculo de su cuerpo parecía extenuado. Por el contrario, los días de viaje se abalanzaban sobre Jim, sobre sus párpados, hasta que finalmente cayó dormido.

Lo despertó el ladrido de los conejos a la media noche, momento en que la anciana se disponía a retirarse. Ni siquiera echando un vistaso a sus conejos, los llevó consigo en persecución de Sasha.
La mujer caminó alrededor de dos horas con el recipiente de agua en sus manos hasta llegar al lugar menos esperado de todos. Desde lejos, Jim pudo ver cómo Sasha se reunía con unas 20 o 30 personas que traían el mismo recipiente, llegando todos al pie de un alto molino de viento en medio del desierto, dejando el recipiente de agua en sus pies y caminando luego a una casa contigua.
Jim esperó el tiempo suficiente para evitar ser visto y se lanzó entonces al molino, abriendo la oxidada puerta que lanzó un chillido verdaderamente molesto.
"Lo estaba esperando" dijo una voz desde dentro del molino, el hombre salió de la oscuridad, con su apariencia tosca, su nariz puntiaguda, ojos afilados y más peligrosos que los de Roberto. "Desde ayer lo estaba esperando. Y aunque haya llegado tan tarde, espero que sea capaz de hacer la inspección del lugar durante ésta noche y devolverse mañana a primera hora. ¿Algún problema con eso?"
"Ninguno" Dijo Jim, de nuevo desconcertado.
"Me habían dicho que era usted un personaje extravagante. Pero no sabía que el inspector era un conejo"
"¿Un conejo?"
"¿No es usted un conejo acaso? Orejas, hocico, bigotes. Parece todo un conejo"
"No soy un conejo" Dijo Jim, casi a punto de revelar su indentidad "Bueno, quizás lo sea" Se corrigió. Pero ya su interlocutor sacaba un espejo de mano y mostrándolo a Jim, le hizo lanzar un enorme salto de espanto, tan alto que tocó el techo del molino. Su rostro era el de un conejo, sus patas eran las de un conejo, y éste salto hasta el techo del molino era el salto de un conejo. "Sí, soy un conejo" dijo.
"Ya veo. Yo soy Ricardo. Este es el dispensador de agua del que tanto se habla. Pero un momento, ¿para qué necesita usted perros?" dijo mirando la jaula de conejos, la cuál en una segunda vista más de cerca, tenía tres cachorros.
"Son mascotas. Nada más" Dijo Jim intentando fingir una sonrisa cuando, cada vez más, su mente le declaraba a gritos su locura. ¡Hacía apenas horas había dado un baño a los animales y estaba seguro de que eran conejos!

Así comenzó la inspección del dispensador de agua. A unos 30 metros bajo tierra Jim se dió cuenta cómo las aspas movidas por el viento alimentaban todo un sistema de recolección de agua verdaderamente asombroso. Pudo ver en el interior del lugar enormes almacenes de agua, de kilómetros de extensión y metros de profundidad, y, finalmente, pudo ver la desembocadura de los almacenes, y las múltiples y anchas tuberías.
"... Y tal como lo han ordenado, sólo utilizamos ésta llave dos veces a la semana para abrir las tuberías y abastecer las ciudades. Muy bien. ¿Alguna queja? ¿Satisfecho? Entonces llévese el pago del mes y déjenos en paz" dijo Ricardo, entregando una cuantiosa cantidad de billetes a Jim.
Entendiéndolo todo de repente, Jim la aceptó y cordialmente se retiró con sus conejos, o más bien, con sus cachorros.
Jim no permitiría que ésto siguiera. Ya sabía la razón por la que estaba aquí. Y esperaría bien entrada la noche a que Ricardo durmiese para arrebatarle la llave y acabar con el monopolio del agua. Aunque se había ido a buscar otra ciudad con más agua, el verdadero cambio sería abastecer de agua a su entera ciudad, hoy y para siempre. Y asi tuviese que volver a su ciudad con el aspecto de un conejo, o totalmente loco por el calor del sol, lo haría.
Por ello, se lanzó a la casucha en medio de la noche, inspeccionó hasta encontrar la habitación de Ricardo, entró sigiloso, reconociéndola por su opulencia, y llevándose la llave de su mesa de noche, la utilizó para cambiar las cosas de una vez y para siempre, y para volver a su hogar, con el aspecto de un conejo, pero con muchos otros cambios y noticias que harían felices no sólo a su persona, sino también a....

-¿Me estás escuchando acaso?
-Por supuesto que si.
-¿Qué opinas?
-¿Qué opino? ¿Sobre qué?
-Sobre Sasha y Ricardo, todo lo que te he estado diciendo. ¿Acaso no me escuchas?
-Sasha es simplemente una marioneta de Ricardo, y lo mínimo que hay que hacer es montar una demanda para que Ricardo diga quien esta detras de todo esto. Sea como sea ya las cosas cambiaron y hay suficiente agua para bañar a los conejos, o mas bien a los perros. Pero eso significa que Sasha quedara sin trabajo ni dinero y no me parece justo dejar a una pobre anciana como ella en la calle...
...
...
¡PLOP!


Copyright © Septiembre 2010 por Alberto Parra
Número de Registro: EV1LV-T2C1Y-R7HYB


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