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Koi, el pez y el dragón. Parte 1: Hacia la luz de la luna

Posted: lunes, 27 de septiembre de 2010 by Alberto Parra in Etiquetas: , , , ,
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¿Quién iba a pensar que un acuario sería el inicio de una historia tan bonita?
Pero lo fué. En realidad durante mis viajes, en período de un mes, hubieron 3 aluciones a peces koi y su leyenda. Es por eso que escribiré sobre koi. Y vale decir que ésta no es la leyenda japonesa original sino una adaptación, mi visión detrás de la leyenda y detrás de su significado.
De hecho, está hecho en dos partes, y ésta primera parte no tiene casi nada que ver con la leyenda japonesa, es de mi propia inspiración, y tiene un fuertísimo sentido simbológico que muchos de mis amigos espero que comprendan, y estoy seguro de que lo harán.
Ahi va...

Un pez blanco, un banco de diminutos peces azules, un par de orgullosos peces coloridos por allá y por aquí uno no tan hermoso de bigotes tan anchos y burdos como su rechoncho cuerpo. Peces y más peces en todo lugar donde mirar. Tal parece que la vida aquí abajo sólo está llena de aletas, branquias y un par de cosas babosas suspendidas en el agua como fantasmas.
Y además, hay tanta oscuridad aquí abajo. Desde las profundidades siempre he visto hacia arriba, conociendo la luz tan sólo de pasada, como simple compañera que ilumina los caminos entre los corales durante el día.
Me llamo Koi y la verdad, siempre he querido tocar la luz de la superficie... pero han habido dos aspectos que me detienen.
El primero. Mi voluntad: aunque la veo allá arriba, parece tan inalcanzable. Las burbujas que a veces creo con mi cola tardan una eternidad en perderse en las alturas hasta que se hacen invisibles. No puedo imaginarme subir a la superficie y ver esas luces más de cerca. Sea como sea, donde estoy llega un poco de luz asi que, ¿Qué sentido tiene un esfuerzo tan grande para buscar un poco más de lo que ya tengo aquí abajo?
Segundo. El ridículo: Los peces de las profundidades siempre han denigrado a los de la superficie. Dicen que, en búsqueda de cosa tan vana, viven ahora en un mundo de mentiras. No viven en la realidad y eso se hace notar cuando tienen que bajar en búsqueda de comida, pues allá a veces realmente escasea, y hasta yo me he unido a veces a las burlas cuando lo hacen. Sin embargo, también es verdad que viven allá arriba por mucho tiempo y no siempre bajan. Me pregunto por ello qué tan irreal es aquel mundo y qué los mantiene allá arriba a pesar de las carencias y de las burlas. A veces hasta han dejado familia y amigos cuando éstos no quieren emprender el viaje juntos.
Sin embargo ahora las cosas han cambiado. Mi madre, quién solía deleitar mis oídos con historias de arriba, con historias de la superficie, de animales diferentes a nosotros, de razas inteligentes y hasta de dragones; ha cerrado sus labios para siempre. Y recordando a mi único hermano y pariente, perdido ahora en la luz, un nuevo objetivo ha llenado mi propósito.

Cuando comencé a ascender, no sabía cuánto tiempo tardaría, no sabía si encontraría o no a mi hermano, no sabía qué me serviría de alimento ni tampoco quién estaría allí para mi.
Y mientras los corales se alejaban de vista y la fatiga comenzaba a invadirme, avisté a un pez de la superficie que venía bajando a toda velocidad en mi dirección. Su velocidad era asombrosa, su estilo era impecable. El movimiento de sus aletas coordinado, y su cola parecía danzar al son del movimiento excelso de la luz que resplandecía en la superficie. Viéndole desde mi posición, intenté imitar su movimiento, su avance similar a la danza, y su impecable coreografía. Sin embargo, mi cuerpo se encontraba cansado y una violenta contractura espasmódica me hizo detenerme en seco, avergonzado.
Cuando el pez pasó a mi lado, cerré mis ojos evitando su mirada y me envolví en mi propio cuerpo, en defensa de su obvio ataque de burlas. Se trataba de una especie de pugna marcada entre los peces de las profundidades y los de la superficie. Hasta yo me había burlado de ellos cuando no tenían otra alternativa sino bajar a las profundidades, y ahora era yo quién subía, y quién irremediablemente fracasaba debido a la falta de ejercicio que implicaba vivir en las profundidades.
Pero el aleteo de su cola contra el agua se detuvo y no hubo risa sarcástica ni tono burlón en su voz
- ¿Te sientes bien?
Su voz suave e interesada fué lo que más me sorprendió. Tanta fué la sopresa que me desenrollé en seguida y miré sus ojos, intentando encontrar en ellos algo de sarcasmo, pero parecía que su preocupación era genuina. Los ojos de un pez nunca mienten, o así suelen decir los proverbios de las ballenas.
Fuese como fuese, su actitud y sus preguntas sinceras derrumbaron mis defensas y fué entonces cuando le expliqué mis intenciones.
- Si es eso lo que quieres, déjame guiarte. Es para eso que bajé. Mi nombre es Don. ¿Has notado el color de tu piel? Has vivido toda tu vida en las profundidades. Has aprendido a ver en las profundidades, a comer en las profundidades, a andar en las profundidades y a dormir en las profundidades. Tu piel también tiene el color blanquecino de las profundidades. Si subes inmediatamente tu piel sufrirá quemaduras, tus ojos no se adaptarán a la luz, el movimiento de tu cuerpo se sentirá extraño, y no podrás dormir por la luz de la luna.
- ¿La luna? ¿Entonces las historias son reales? ¿Arriba hay luz en todo momento?
- Aunque a ti te parezca interesante, a muchos no les gusta. Sienten que la oscuridad es divertida y que han de tener al menos un poco de ella de vez en cuando.
- ¿Cómo es la luz de la luna?
- Tendrás tiempo de verla con tus propios ojos

De esa manera, Don fué pacientemente llevandome a la superficie. La empresa fué realmente mucho más agotadora de lo que inicialmente pensé. Aunque pocas veces estaba solo y pude conocer a todos los amigos de Don, aunque reía mucho y admiraba a cada una de esas personalidades, la comezón de mi piel iba en aumento, mis ojos comenzaron a protestar desde el segundo día de ascenso, mi sueño era más que difícil, suspendido en el agua sin ningún apoyo y con luces muy tenues brillando más allá de mis párpados, y que mientras ascendía se hacían más intensas.
Parecía que los amigos de Don sabían cuánto me costaba seguir allí, pues diariamente me daban su apoyo, sin embargo no por ello me privé de mis ganas de regresar. Regresar a lo que ya conocía, a lo que estaba seguro, a lo que sabía que podría soportar. Regresar a mi hogar, a mi seguridad, a mi cama. La luz que inicialmente me fascinaba día y noche, a veces parecía molestar mis ojos, los que, junto a mi piel, se hacían reacios al cambio y me castigaban por ello. Estaba yendo en contra de mi propia naturaleza, así lo sentía. Y a veces parecía tan poco lo que me motivaba a seguir adelante... Sin embargo volver atrás significaría volver a adaptarme, esta vez de regreso a lo mismo, de regreso a lo que inicialmente huía. Si iba a culminar mi proceso de adaptación no sería para volver a lo mismo y preguntarme qué hubiese pasado de haber seguido mi camino. Volver atrás no era una opción, pero entonces ¿por qué parecía tan atractiva? Luchaba por mis sueños, por ser algo más que un pez que vive su vida en las profundidades y que día a día busca sustento, y va a dormir en una interminable rutina hasta la reproducción y la muerte. Más que eso, había algo que motivaba a éstos peces a seguir adelante, y más aún, algo les motivaba a ayudarme a ir a la superficie, a la luz. Más que los peces de las profundidades, éstos vivían con un brillo diferente en sus ojos, que aunque inicialmente atribuí a la abundancia de luz, ahora me daba cuenta de que se trataba de un propósito claro y seguro. Sus pasos estaban medidos, sus sentidos abiertos a un entendimiento mayor. Vivir aquí arriba, ahora me daba cuenta, significaba más que nada, tener una forma de pensar totalmente diferente. Y aunque inicialmente el cambio tiende a asustar, aunque inicialmente intentamos safarnos y volver a la rutina, me dí cuenta finalmente que el cambio no es tan difícil si se tienen razones sólidas. Y si recordar la marcada diferencia entre la vida de las profundidades y la superficie no era suficiente, las razones se hacían más sólidas al recordar los movimientos ágiles de Don y el manejo perfecto de su cuerpo entrenado en las superficies.
Estaba seguro de lo que quería, la luz era lo que me había atraído, pero ahora era más que eso, más de lo que mi mente nunca hubiese imaginado. Historias interesantes y fantásticas me habían atraído, pero ahora se trataba de algo más allá de ser el protagonista de alguna de ellas. Me daba cuenta de la oscuridad en la que estaba y del potencial que allí abajo despilfarraba, de que más que buscar sustento y reproducirse para luego morir, la vida de un simple pez podía ir más allá, hasta el punto de ayudar a otros a darse cuenta de ello.
Y fué así como poco a poco y sin darme cuenta ya estaba en la superficie, y pude contemplar por primera vez la luz de la luna directamente. El sol no hacía ya daño a mis escamas, que habían adquirido un color más pardo, y comenzaba a moverme más libremente, recordando la pesadez con la que me movía en las profundidades del agua. Comenzaba a disfrutar de la luz a todo momento, y ahora en vez de perturbar mi sueño se convertía en canción de cuna para mis ojos. De alguna forma, todo había cambiado, y comenzó a hacerlo exactamente cuando dejé de pensar en los nuevos cambios como obstáculos, y en vez de eso, comencé a integrarlos en mi vida. Era un pez diferente.

Fué entonces cuando comencé a preguntar por mi hermano y fué cuando se me reveló su nuevo domicilio. Cuando ya creía que el viaje había terminado, me daba cuenta de que estaba apenas por comenzar. Llegar a la superficie era apenas el inicio de una gran carrera, la carrera de aprender a huir de nuevos depredadores, adquirir agilidad y presición del movimiento, destreza mental y física, y mientras tanto, ayudar a otros a llegar a su meta. Ahora entendía las razones detrás de la ayuda que recibí. Ahora era yo quien ayudaba a nuevos peces a llegar a la superficie y de ésta forma nunca olvidaba las razones que me mantenían aquí, a pesar de los depredadores, a pesar de las amenazas y, a veces, de la escasa comida. Ayudar a otros peces se convertía ahora en una labor con dos propósitos, que por una parte tenía el objetivo de beneficiarles, y por otra traía la recompensa de hacerme recordar de donde venía, la oscuridad que me envolvía, lo que luché para sobreponerme, y las razones que tengo para no desear volver nunca más.
Y ahora recordaba cuando escuchaba decir que éstos peces vivían en una fantasía, en un mundo irreal, cuando la verdad era que un pez no puede tener más propósito de estar vivo sino estando aquí arriba. Y ahora aún más cuando supe las aspiraciones de mi hermano:
- Se ha ido a las cascadas e intenta subir cuesta arriba donde los dragones viven. De lograrlo, viajará a espaldas de uno de ellos y podrá conocer el mundo entero... con sus propios ojos.

Copyright © Septiembre 2010 por Alberto Parra
Número de Registro: EHS87-3X1BF-192GK

Arte:

1 comentarios:

  1. Anónimo says:

    Excelente adaptación!

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